Quien me lo iba a decir.
Yo, que comí mamut y
dibujé en la piedra lo que santificaba en el aire. Que inventé el
progreso calentando mi comida y acarreando a los míos por nuevos
horizontes. Que miré las estrellas y conté sus pulsos y, que me
enamoré de una luna menguante. Que inspeccioné los mares en lo que
habitaban dragones y utilice la lógica dentro del mito para lanzarme
a un mundo desconocido. Que fundí la teoría con la praxis y un
sueño de ciencia dentro de un tubo de vidrio entre las paredes de
una cueva. Que pinté el cielo y la dicha de las caras. Que elaboré
las notas precisas para que el alma fuera reconocida.
Yo, que sentí el desprecio y la
incomprensión, la muerte y, que de mi memoria por
defender una idea, quedó lo que se convirtió en la ideología de
otros muchos. Que atravesé murallas de fe y dejé prados llenos de
sangre. Que vencí la ignorancia a golpe de misterio y entrelacé
mensajes de otros mundos inciertos. Que subí para bajar. Que bajé
para quedarme. Que memorice poemas que nunca me atreví a escribir y
que publique libros contados.
Yo, que no dudé el
dar por echo algo sin que se hubiera fabricado. Que medité en las
cumbres. Que elabore informes sin dar noticias. Que mandé mis barcos
a luchar en la nada y… por nada que hubiera que luchar. Que pacte.
Que rompí. Que lloré ante las masas y no fui capaz de hacerlo en mi
morada. Que jugué con los números y las letras, me dejaron sentado
ante el infinito. Que maduré una forma de vida que luego no fui
capaz de vivir.
Yo, que en la distancia
muevo corazones, los lleno y los curo. Que manejo países y
desprecio aldeas. Que me convierto en todo lo que me aterra y me
repugna. Que a solas, me doy cuenta de lo que otros no perciben. Que
no se donde está lo que era, si alguna vez lo fui… buscando al que
debería de ser. Que elegí el mal camino pues, no había señales.
Que no he vuelto sobre mis pasos. Que olvido. Que añoro y que me
pierdo, aún teniendo ordenada mi ruta.
Yo, que después de vivir
en el mismo recuerdo, ya no tengo otros . Que mis manos persiguen la
piel del cariño, y se marchitan sin acariciarla. Que averiguo el
final de mi vida sin haberla empezado. Que mantengo la rabia. Que no
tengo conciencia cuando estoy consciente. Que mi sueño es leve y mi
amanecer cansado. Que no encuentro sonidos de gloria en este infierno
de mundo.
Yo, que hasta ahora solo
he sido hombre, me revuelvo en la forma de llegar a una meta que no
se si es la mía. Una nube de impulso. Una lucha entre una parte de
mí y el todo que la forma. Una duda continua que me hace inestable e
incoherente con la voz que me grita, pues no puedo encontrar mas
respuesta que la de un golpe de viento que me roce los oídos para
decirme seguro una mentira.
Quien me iba a mi decir
que después de tanta historia. De tanto supuesto crecimiento. De
tanto merecer el suelo que me asienta, me iba a convertir en un
proyecto. En una prueba sin completar. En una especie dejada a su
experiencia que cae y se levanta en sitio equivocado. En un prototipo
que tiene que alcanzar su cielo meritorio, sus vidas renacientes, sus
actos compensados.
No soy mas que una
idea divina convertida en locura, una
prueba probable de amor y paciencia que se aleja de su nobleza de
nacimiento para crecer en lucha continua por parecer digna. Una luz
tapada. Un brillo encerrado. Un brizna de pensamiento. La sucesión
de un método falible. Una casualidad que no existe.
Hay un espejo que encierra
las sonrisas de aquellos que ríen para dentro, así, que es mejor
aceptar la lluvia aunque nos empape y conocer las alas de los ángeles
sean negras o doradas, nos golpeen o nos acaricien. No hay marcha
atrás, no debe haberla, solo coraje, pues creer y crecer, son
palabras que tienen nombre de milagro.
