sábado, 30 de junio de 2018

EL MISMO AIRE





Me da vergüenza sentirme segura, ducharme a diario, comer eligiendo. Tener un trabajo y sufrir por perderlo. Dormir en mi cama. Mirar las montañas desde una ventana y hablar del tiempo. Me siento culpable de tener armario. De sentarme tranquila después de una dura jornada. De cuidar de mis muertos. De tener a mis vivos al servicio del alma y de cientos de abrazos. A mirar desde fuera. A escuchar desde dentro. A contar con un cierto futuro amparado simplemente a la espera de algo.
Porque tengo mil suertes...y ellos... tienen la huida. La desgracia del odio. La locura de la intransigencia. El pasar con lo justo por los bordes del desprecio y de la mirada esquiva. Porque no somos agua que se mezcla en un estanque, sino mar de corrientes que araña las orillas...pero no lo entendermos.
Pues el día que no huyamos del asco y del llanto del otro. El día que demos la mano llena, no solo de intenciones, sino de acciones colectivas. El día que comprendamos que somos una tela preciosa donde cada hilo, es la sangre de la vida...entenderemos lo absurdo de la idea que se impone, de la frontera protegida, de la bandera equivocada y la oración del miedo.
Todos somos herederos de lo mismo. Del mismo aire, del mismo techo estrellado. Hijos de un mismo destino que no compartimos y que obliga a los otros al destierro y al dolor. Por eso me da vergüenza sentirme segura. Hablar del tiempo... mientras otros hijos de mi tierra y de dioses confundidos, duermen sobre un suelo de silencios.