Hay quien no sabe ser feliz. Hay quien no se disciplina y se fuerza a ver lo bueno de la vida y solo mira desde el cristal de la critica, creyéndose que solo su forma de pensar, es la que tiene que ser, la mas apta y valorada. Son personas pobres de optimismo, parcos de sonrisas, mermados de algarabía que no saben jugar con las estrellas, ni guiñarle el ojo a la pena. En todo grupo encuentras alguien con ese pelaje. Es como si el destino los soltara para recordarnos lo hermoso que es un cuento y lo sano que es que te lo creas. Lo tierno que es el perdón, la tolerancia, la comprensión y la empatía. Están entre nosotros para que podamos valorar lo que ellos no tienen y, para que en nosotros, se frague la semilla de la compasión y aún y eso, logremos enterderlos.
Al principio los apartas de tu vida. Les das una tregua y caminas por senderos carentes de sus pasos, buscando como todos, la paz de quien te quiere. Es mas fácil vivir...cuando es mas fácil. Pero una es de cuello flexible y tiende a mirar para atrás, aunque a veces se convierta en estatua de sal. Así que siempre acabo olvidando la mueca, aparcando el comentario, y haciendo oídos sordos de un vómito que solo lleva soledad y desesperanza. No puedo remediarlo...siempre he sido positiva, aunque a veces intente llevarme hacia su ocaso, la pobre y triste Ponzoña.

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